
Para reunirnos con nuestros amigos de Valladolid, Sonia, Ángel y Jandro, decidimos cenar "sentados" en el
Milvinos.
El
Milvinos es un local nuevo -como mucho tendrá tres o cuatro años- y moderno. Pero no sólo se le puede considerar moderno por la decoración, sino más bien por contravenir o, como mínimo, desmarcarse del estereotípico bar de tapas pucelano. Este signo de modernidad, casi de rebeldía, le permite abrirse a otro público –o al mismo- dispuesto a degustar platos innovadores y vinos que trasciendan las fronteras de
Castilla y León o de
La Rioja. De hecho la
carta de vinos del Milvinos, que tiene más de cuarenta páginas, cuenta con referencias de otros países como Alemania, Argentina, Australia, Chile, Estados Unidos, Hungría, Israel, Italia, Portugal y de otras denominaciones de origen pequeñas o poco conocidas como Alella, Yecla, Jumilla o Baleares.
Los Vinos
Al tratarse de un local especializado en vinos, le propusimos al
sommelier pedir de entrada dos botellas y que nos las sirviera en dos copas distintas con la idea de que pudiéramos ir degustando los dos vinos simultáneamente para así compararlos y ver como evolucionaban a lo largo de la cena.
Para realizar esta "cata-duelo" entre dos vinos, escogimos a dos que fueran comparables, es decir, que compartieran alguna característica; en este caso el precio, unos 19€, y la añada, 2004, pero que fueran de zonas y variedades distintas. Los vinos escogidos para elegir al
primvs inter pares, fueron un
Martinet Bru 2004, segundo vino de la bodega
Mas Martinet Viticultors (Gratallops, D.O.Q. Priorat) y un
Más de Leda 2004, también un segundo vino, en este caso de Bodegas Leda Viñas Viejas (Tudela de Duero, D.O. Ribera del Duero).
El sommelier decantó los dos vinos sólo con la intención de airearlos, ya que no son vinos que tengan posos, y nos los sirvió en copas Riedel (creo que eran Bordeaux).
Ambos vinos tienen una fase visual parecida, de capa alta y ribete poco evolucionado. Un poco más opaco el
Más de Leda y un poco más brillante el
Martinet Bru.
Más de Leda (17,50€ precio del restaurante), un tinta fina (tempranillo) 100%, es un vino muy tánico en el primer momento (17 meses en barrica, igual que el Martinet Bru), una tanicidad que llega a molestar. A medida que evoluciona se suaviza un poco, pero hemos de reconocer que las notas de barrica son muy pronunciadas, tanto en boca como en nariz. La opinión generaliza de este vino entre los componentes del grupo que lo probamos es que se ha abusado de la barrica y esto oculta un poco al verdadero protagonista, el fruto. Por lo demás, bien, un grato descubrimiento. Quizá debe esperar una temporada más en la botella y aunque se decante, como en nuestro caso, es recomendable abrir la botella un par de horas antes.
Martinet Bru (18,70€ precio del restaurante) ya es un clásico para nosotros. De hecho, fue la primera botella de vino que compartimos cuando nos conocimos a finales del año 2000, en aquella ocasión fue un 97.
El
Martinet Bru es fruto del ensamblaje de cuatro variedades; un 30% de la autóctona Garnacha y el resto se reparte entre las foraneas Cabernet Sauvignon 30%, Merlot 30% y Syrah 10%. Presenta aromas a fruta roja y negra madura con ligeros toques de barrica, nariz muy agradable y algo mineral. El paso por boca es más que correcto, llena bien la boca, con unos taninos aterciopelados y largo.
En nuestra opinión fue una buena elección este Priorat ya que mantiene una excelente relación calidad precio.
Por unanimidad, el
Martinet Bru salió vencedor de este
duelo entre iguales. Pero luego, al recibir la cuenta, pudimos comprobar que este "enfrentamiento vinícola" resultó ser algo desigual. La carta de vinos no estaba actualizada y mientras que el
Más de Leda era una novedad que nos recomendó el
sommelier, el
Martinet Bru en realidad salía por ocho euros más que el Ribera.
El cava

Como colofón, nos tomamos un cava brut nature, el de
Agustí Torelló Mata Gran Reserva 2002 (19,60€ precio del restaurante).
Un excelente cava de uno de los mejores elaboradores de este producto (no en vano son los creadores del mítico
Kripta), que nace del ensamblaje de las tres variedades autóctonas del Penedès; Macabeu 42%, Xarel•lo 28% y Parellada 30%.
El cava se presenta con una burbuja muy fina y unos rosarios bien organizados. En nariz nos deja un refrescante aroma a manzana. Finalmente en boca es, si cabe, mejor. El carbónico se deshace y el paso es muy elegante y refrescante. Excelente.
El restaurante

Sobre el
Milvinos -que como negocio es franquiciable-, cabe decir en cuanto a los vinos, que éstos reciben un buen trato; están bien conservados, el servicio es correcto y adecuado y además la cristalería es buena; tanto las copas del bar como las del restaurante son Riedel. Además, la carta de Vinos es muy extensa e interesante. Pero consideramos que es un error que no esté actualizada, ya que se evitarían malos entendidos y situaciones incómodas.
Los vinos del
Milvinos también puedes llevártelos a casa por 6 € menos de lo que figura en la carta. Por lo tanto, el
Más de Leda 2004 tiene un precio de mercado de unos 13€, el
Martinet Bru 2004 nosotros lo hemos comprado por 15,50€ en Barcelona y el
Agustí Torelló Mata Gran Reserva 2002 saldría por unos 12/13€, una cantidad que, sin duda, será muy bien invertida.
En cuanto a la comida, dentro del contexto de Valladolid, hay que loar el esfuerzo del
Milvinos por ofrecer un producto diferente.
Las tapas que sirven en el bar -sito en el piso superior- y los entrantes del restaurante, están más logrados que los platos principales. El único que convenció de entre los que pedimos, fue el bacalao al ajo arriero. El atún estaba excesivamente seco y las presas de ibérico, que estaban jugosas, iban acompañadas de unas setas, que para no dar más adjetivos, sólo diremos que se quedaron el plato.
La comida nos pareció algo cara, ya que además no pudimos evitar la comparación con la cena de la noche anterior en el restaurante
Saboya de Tarazona, mucho más rica y también algo más barata.
Al final, estas decepciones quedaron ocultas tras los postres, unos vinos interesantes, un cava excelente (sugerencia del
sommelier), una compañía agradable (al cava se unieron también Cristina y Elena) y por un servicio esmerado, amable y simpático.